Con sus 360 metros de altitud, la silueta característica de este pequeño pueblo se perfila en la lejanía.
Antiguo «oppidum» galorromano y, posteriormente, castro medieval, entre sus fortificaciones llegaron a vivir más de 3.000 habitantes. En el siglo XII, el trovador Peire Vidal cantaba aquí las virtudes de su castillo, ya desaparecido:
«Que’m ressembla paradis, Qu’amors e jois s’i enclau»
(que me parece el paraíso, pues en él se encierran amor y gozo